Apolonio Mondragón y su sanadora cuentería

¿Qué somos sin el asombro? ¿Qué somos sin la magia de los ojos bien abiertos? ¿Qué sin el ímpetu curioso del que busca hasta encontrar? Apolonio Mondragón ofreció ayer, en el Teatro 8 de Octubre, un breve taller: «Narrar y aprender».

¿Qué sucedió? La magia de quien sabe y comparte su «canto rojo», su aliento primigenio, su sabiduría de animal escénico; ese que es capaz de mirarte, de envolverte, de hacerte parte de una burbuja que sólo rompe el aplauso.

Apolonio, con la maestría de quien «ya se la sabe», jugó con las historias y, como sin querer, compartió sus secretos de cuentero sanador: la respiración, el trazo escénico, el poder del testigo, la fuerza de la emoción, la cualidad de la producción.

Los amantes de la tradición oral, de la palabra ancestral, de la que cuenta y canta y se escribe, fueron risa, sonrisa y asombro. Cada cual aprendió lo que pudo, a la medida de su sensibilidad, de su experiencia, de su conocimiento. Cada cual se llenó de dudas, pero también de respuestas, esas que no se verbalizan de inmediato porque son como fueguitos que encienden de a poco, la hoguera que somos.

En algún momento, Apolonio Mondragón lanzó una pregunta: ¿Quién vino en pareja? Fue suficiente para convertir a cada asistente en un «poema universal», ese que se crea al contacto con un óvulo y un espermatozoide, ese contacto divino que da lugar a par de células que se dividen y que somos todos los humanos que tuvimos padre y madre, y padres y madres que tuvieron padres y madres. La «burbuja» de ese contacto humano, creció y decreció al ritmo de su voz, de sus silencios, de la participación, las risas cómplices, el amoroso respeto al que «sí sabe».

Dio un número, ¿524 mil 238 abuelos, antes de ser nosotros? A veces las monedas de a 20 caen de poco, y sonríes. ¿Qué somos sino una repetida historia de amor? De amor y de muerte, de amor y violencia, y rabia… (ya me estoy desviando). Y es que justo así es como Contar Cuentos, no es sólo contar, es ser, habitar, expandir-se en lo que se cuenta, en lo que se escucha.

Apolonio fue, por un instante, el aviador de El Principito, también fue un niño que venció al diablo y un sanador cuentero.

Apolonio estará mañana en Faro Quintana Roo, como invitado del festival Mar de Lecturas, y el escenario volverá a ser, aunque nadie lo sepa, el aula donde se aprende con asombro. Ya luego, cualquier noche, en cualquier aula, o en un parque, ante un niño, ante una niña, tocará poner en práctica, echar a perder, y así aprender a ser… cuenta cuentos.

Gracias Apolonio, otra vez hiciste magia.