Sale el sol para las Artes Escénicas en Quintana Roo

Después de año y medio de pandemia, el flujo de recursos inyectados por los programas de la Secretaría de Cultura a nivel federal, ha dejado sentir de sur a norte y de norte a sur, un singular movimiento cultural en Quintana Roo.

Proyectos como el Otoño Cultural de Cozumel; el Festival Internacional de Arpa – Arpa Fest, en Cancún; la gira de la Compañía Nunca Merlot Teatro; la gira regional de Lunares Teatro de Objetos; el Festival de Jazz de la Riviera Maya; así como la próxima celebración del festival Danxica y de la tercera edición de Sur.Real Encuentro de la Frontera Sur, son muestra del impulso que puede generar la inyección de recursos en la región, una política pública que evidencia dos puntos: 1) el centralismo de los programas de apoyo a la cultura y 2) la falta de sensibilidad y voluntad política de los gobiernos estatal y municipales, para impulsar el desarrollo cultural.

Desde hace por lo menos tres administraciones, que equivalen a 18 años de historia, la desaparición de programas que impulsen el quehacer cultural en el estado ha sido sistemática, lo mismo que concursos y festivales que, a falta de recursos institucionales, dejaron de realizarse y con ello, dejaron de impactar al quehacer cultural.

Ejemplos: el Concurso de Cuento “Como el mar que regresa”, o el Concurso de Monólogos y Unipersonal, o el esperado Concurso de Teatro Estudiantil. Para el arte y la cultura en Quintana Roo, la pandemia inicio hace casi dos décadas, cuando al frente de tan honorable tarea se fueron sucediendo la improvisación y la ignorancia. La pandemia es ahora el pretexto perfecto para un abandono que ya era sistemático. Cuando los titulares de las dependencias culturales no son gestores culturales, se limitan a firmar permisos para realizar eventos en los espacios públicos que administran como si fueran privados, y a ofrecer vacíos discursos de corte de listón.

Seguir de cerca las actividades que llenan las carteleras desde septiembre pasado, con todo y la algarabía que generan, pone a la vista, para quien sabe observar: el estrangulamiento que hoy vive el quehacer cultural en el Estado, cuyo raquítico presupuesto asignado al rubro, vía el Instituto para la Cultura y las Artes ICA-QRoo, ha puesto en peligro, incluso la infraestructura cultural más importante del estado: nuestras Casas de Cultura y nuestros Museos.

Quienes mueven al arte y la cultura, es cierto, no son las instituciones sino los artistas, ejemplos como el Festival de Arte Independiente de Bacalar, fincado en la autogestión, es muestra de que el arte se abre paso con, sin y a pesar de las instituciones, solo que aquí no hablamos de dádivas ni de becas, ni de apoyos para los ¨pobrecitos¨ artistas, sino de invertir en la prevención del delito, en la seguridad social, en combatir el suicidio, las adicciones y la violencia intrafamiliar. Invertir en cultura es invertir en paz social.

Exigir que se respeten y promuevan nuestros Derechos Culturales, desde, para y con la ciudadanía, es por ello tan importante. ¿Qué pasará cuándo se agoten los recursos destinados por la federación a los festivales en Quintana Roo? Una nueva temporada de secas en la cartelera cultural.